¡Todos fuera! El barco cruje. Las placas de hielo que lo atrapan presionan contra el casco y se está partiendo. La que ha sido su prisión y refugio durante tantos días dejará de serlo. La tripulación tiene que abandonar la nave antes de que se hunda.
Hasta entonces, pensaban volver a tierra con esa misma nave una vez se derritieran los hielos. Ernest Shackleton y su equipo, se enfrentan a un desafío aún más importante. En el mar de Weddell (la Antártida), sin grupo de apoyo ni forma de comunicación externa, las posibilidades de sobrevivir se complican.
Un anuncio en el periódico
“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”
1914. El objetivo de la misión era atravesar por primera vez la Antártida de un extremo a otro pasando por el polo. Parece ser que con este mensaje publicado en The Times, Shackleton obtuvo respuesta de unos 5.000 aspirantes. De ahí salieron los 26 hombres que formarían parte de la tripulación del Endurance, junto a él y a su segundo comandante y amigo Frank Wild.
El grupo de exploradores estaba compuesto por marineros, científicos, médicos, meteorólogos, carpinteros, artistas y un fotógrafo. Shackleton eliminó el sistema de clases de la época. Se puso a sí mismo como ejemplo en el desempeño de las tareas básicas e hizo participar a todos por igual. Sabía que un equipo cohesionado era fundamental para una aventura tan arriesgada.
Atrapados en el hielo
Cuando se aproximaban a la Antártida por el mar de Weddell quedaron atrapados en una banquisa de hielo. Esto supuso un cambio de planes. Ahora Shackleton no solo debía guiar una misión arriesgada, si no que además tenía que liderar en tiempos de crisis. El nuevo objetivo sería sobrevivir y devolver a casa a todos los hombres sanos y salvos.
Shackleton se preocupó no solo de la salud física de su equipo, si no que también de la mental. Entendió que si ésta se veía afectada sería más complicado sobrevivir. Escuchaba a su gente. Valoraba la energía mental de cada uno, cada día. Era el recurso más valioso que en esos momentos podían tener y de esa manera cuidaba de que no cayeran por la espiral de la desesperación y posteriormente destrucción.
Pese a estar atrapados en la banquisa de hielo y para que los ánimos no decayeran aún más, Shackleton se encargó de que todos tuvieran tareas y propósitos para cada día. Organizó partidos de fútbol y conciertos todas las noches. Todos los días, dedicaba un momento de conversación con cada uno de ellos.

Hubo un momento en el que el Endurance no aguantó más la presión del hielo y tuvieron que abandonarlo antes de que se hundiera. No eran buenas noticias, ya que pensaban que cuando llegara el verano, el hielo desaparecería y podrían volver con el mismo barco a casa.
Shackleton siempre tuvo en cuenta la importancia de una comunicación abierta y honesta en la situación de crisis que estaban viviendo. Una vez más, tuvieron que cambiar de planes. Arrastraron los botes salvavidas por el hielo con intención de poder llegar a uno de los asentamientos balleneros en las islas cercanas a la Antártida y pedir ayuda.
Un último intento
Ni el grupo, ni los botes salvavidas estaban en condiciones para navegar los cientos de kilómetros que les separaban de una posible ayuda. Decidieron que la mejor opción sería reforzar un bote utilizando la madera de los otros dos y emprender un viaje hacia Georgia del Sur esperando encontrar ayuda allí y volver a rescatar al resto del equipo.
Después de más de 1300 kilómetros atravesando los mares del sur, llegaron a la isla ballenera. Allí encontraron ayuda y pudieron volver por los 22 hombres que se habían quedado esperando en Isla Elefante.

Después de más de dos años, Shackleton consiguió llevar de vuelta a todos los exploradores sanos y salvos.
Liderar en tiempos de crisis
Ernest Shackleton supo ganarse la confianza de su equipo y mantenerla durante un momento crítico. Liderar a través de una crisis con peligro mortal constante no es una tarea fácil. Shackleton es un ejemplo de liderazgo efectivo, nada que ver con los líderes narcisistas.
No perdió su valentía, arrojo y decisión en ningún momento. Fue el faro que todos necesitaban en esa noche tan larga. Se mantuvo positivo y supo contener las angustias del grupo. Un buen líder es aquel que está bien conectado con la realidad, y que al mismo tiempo es capaz de transmitir esperanza y confianza en los momentos más complicados. Shackleton fue un ejemplo de líder completo en este sentido.